Resulta casi cómico contemplar los esfuerzos de los políticos del partido en el gobierno por convencernos de que ellos no tienen la culpa de la crisis que nos golpea. “Es una crisis global”, sostienen. Ya lo sabemos. Por eso decimos lo que decimos: la crisis es de todo el sistema capitalista, no de la opción política que gobierne en cada caso. Si fuera culpa de ellos, con cambiarlos se arreglaba todo.
Miércoles 11 de febrero de 2009
En este sentido, resulta revelador escuchar que el FMI ha augurado que esta crisis mundial será peor que las de 1974 y 1980. Esto nos indica que ellos mismos asumen que regularmente, con más o menos fuerza, llega una crisis. Esto es, que los periodos de crisis y bonanza son cíclicos en el sistema en que vivimos. Suponiendo que esto fuera así para todas las clases sociales, no buscar otro sistema sería caer en el conformismo, enfermedad que mata todo progreso humano. Lo ideal sería alcanzar un sistema estable en el que todo fueran bonanzas. ¿Imposible? Volar se antojaba imposible para el hombre medieval, y hoy tenemos aviones. No hay imposibles. Hay esfuerzo y ganas de progresar, que cuando es constante se suele ver recompensado.
Pero además ocurre que estos ciclos no son iguales para todos. Si hay bonanza, todos más o menos contentos (o menos descontentos). Pero cuando hay crisis, las sufrimos los de siempre. ¿O es que alguien ha visto alguna vez a un banquero pasarlas canutas para llegar a fin de mes? Intentar cambiar el sistema, en este escenario, ya no es afán de progresar: es pedir Justicia.
Y en eso estamos. En este sentido, desde aquí observamos también con atención lo que ocurre más allá de las fronteras del Estado español, y en la actualidad de los últimos días hemos encontrado dos ejemplos que queremos comentaros, uno bueno y otro malo.
El ejemplo bueno nos viene de Francia. Allí, el 29 de enero, ha tenido lugar ya lo que estamos pidiendo aquí: una huelga general, que fructificó además en dos millones y medio de manifestantes por todo el país. Un país paralizado. No contentos con ello, algunos sectores (las universidades, los institutos…) han decidido continuar esta huelga. Gran ejemplo el que nos están dando los vecinos, que han conseguido movilizar incluso a sectores con poca tradición reivindicativa.
El mal ejemplo nos viene del Reino Unido (“guayominí”, que dicen en Eurovisión), donde también ha habido una oleada de huelgas, pero contra el empleo de extranjeros. La cosa empezaba alrededor del 27 de enero, en una refinería de Lincolnshire, y se ha extendido por plantas energéticas a lo largo del país. En este asunto llama la atención que el eslogan utilizado —“empleos británicos para los trabajadores británicos”— ha sido tomado de una promesa de Gordon Brown poco después de asumir el cargo de Primer Ministro. Una promesa que, además de incitar a la xenofobia, resulta falsa y populista, pues el gobierno británico no puede frenar el libre tránsito de trabajadores entre los países de la UE.
Esta actitud del gobierno británico, que era de esperar viendo cómo respira la clase política europea (véase sino la “Directiva de la Vergüenza”), resulta peligrosa, y es deber de la clase trabajadora no sólo no secundar sino combatir cualquier iniciativa parecida. El nazismo llegó al poder en Alemania a través de unas elecciones, tras una seria crisis económica, utilizando mensajes que culpaban de todos los males a un sector de la población (los judíos). El autoritarismo triunfa cuando consigue canalizar la insatisfacción de la masa volcándola hacia un enemigo. Y si ese enemigo no existe, se inventa. Nos parece esclarecedor contemplar cómo lo que está ocurriendo en el Reino Unido ya está siendo explotado por el BNP (British National Party, ultraderechista) en su propaganda.
Divide y vencerás. Eso es lo que está intentando el Poder. Y debemos combatir esta estrategia con nuestra solidaridad. El viejo lema de “Si nos tocan a uno, nos tocan a todos” tiene que ser una realidad. La salida a esta crisis, y el modelo de sociedad que podamos alcanzar con ella, vendrá dada en la medida en que consigamos encontrarnos todos, hombres y mujeres, nativos y foráneos, jóvenes y maduros, para juntos decidir en qué mundo queremos vivir y cómo podemos alcanzarlo. En este sentido, el funcionamiento horizontal y la autogestión no son fines, sino medios para alcanzar ese mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones.
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